Desde hace unos años, una nueva droga llamó la atención de varios países por ser una de las más mortíferas. Se trata de unas pastillas de fentanilo, un estupefaciente cien veces más potente que la morfina.
Hace unos meses un grupo de agentes federales irrumpió en un predio de la colonia San Álvaro, en la alcaldía Azcapotzalco, Ciudad de México, vestían trajes especiales para protegerse de sustancias químicas y mascarillas para no inhalar gases potencialmente tóxicos, confirmando así la potencia mortal de esta sustancia.
En el lugar no había un laboratorio común lleno de matraces o frascos, en su lugar existía básculas, tambos, máquinas similares a prensas y algunas pastillas de color azul.
De acuerdo con el último informe sobre amenazas de la droga de la DEA, el fentanilo es un analgésico controlado cien veces más potente que la morfina, y cuyo uso ilegal ha cobrado, solo en el último año, junto con otras sustancias derivadas del opio, la muerte de 174 personas al día en Estados Unidos.
A partir de 2017, se comenzaron a detectar en México eventos relacionados con el mercado ilegal de fentanilo. Primero se descubrieron en ciudades fronterizas de Baja California y Sonora, pero ahora también en CDMX, laboratorios clandestinos donde se “acondicionan” pastillas “hechizas” de Oxicodona.
Finalmente, estos hallazgos evidencian un peligro serio. No solo por los indicios de una producción ilegal en crecimiento, sino porque al fabricarse pastillas fuera de laboratorios legales y regulados, no hay controles de calidad y, por lo tanto, puede haber impurezas en las pastillas o dosis mayores a 2 miligramos de fentanilo que son letales. “Ingerir una pastilla de esas es como jugar a la ruleta rusa, así de peligroso”, asegura Óscar Santiago Quintos, director de la Oficina Nacional de Políticas de Drogas de la Agencia de Investigación Criminal de la Fiscalía General de la República.